Conversión de Recaredo (detalle), Antonio Muñoz Degrain, 1888, Palacio del Senado (Madrid)

La recepción artística de la realiza visigoda en la Monarquía Hispánica (siglos XVI al XIX)

El presente proyecto de investigación tiene como objetivo fundamental estudiar la recepción artística de la realeza visigoda en la corte y la cultura española durante la Edad Moderna y el siglo XIX. La Monarquía Hispánica surge como realidad política en 1555, cuando el emperador Carlos V de Habsburgo renuncia a sus títulos y posesiones y divide unos y otros entre su hermano Fernando y su hijo Felipe. El primero, rey de romanos, heredará el título imperial; el segundo, la corona de España y sus múltiples posesiones europeas y americanas. Aunque Felipe II gobierne un imperio de facto y aspire a una monarquía universal, es durante su reinado cuando se forja un estado peninsular, reforzado por la unión ibérica que se produce en 1580 tras añadir a sus títulos la corona del reino de Portugal. Como los demás estados modernos surgidos en el Renacimiento, la Monarquía Hispánica se rodea de mitos fundacionales Hércules-, ceremoniales cortesanos la Orden borgoñona del Toisón de Oro- y armazones simbólicos apoyados en la heráldica, la alegoría, la mitología y la emblemática. Una de las estrategias más sorprendentes puestas en marcha por Felipe II y sus asesores para cohesionar la monarquía consistió en la recuperación ideológica y cultural del reino visigodo, que gobernó la península desde el siglo V hasta principios del VIII. Puede explicarse fácilmente que la Casa de Austria, una vez llegada al trono español, reivindicó las realezas peninsulares de la Baja Edad Media, y que a través de los Trastámara emparenta simbólicamente con los reyes de Castilla, León, Navarra y Aragón. Pero, ¿Por qué vincularse con una realeza de origen bárbaro que se remontaba al final de la Antigüedad y a la caída del Imperio Romano? Es verdad que en la construcción de genealogías simbólicas los Habsburgo no conocieron límites, y establecieron conexiones con los césares de Roma, los reyes bíblicos o mitos clásicos y medievales como Jasón o Arturo respectivamente, pero ¿Qué aportaba a Felipe II la realeza goda que había caído en el 711 y no fue capaz de impedir la invasión musulmana de la península? Y, sin embargo, la respuesta en sencilla: el reino visigodo abarcó toda la península, fue una monarquía centralizada de raíces latinas, y sus príncipes abrazaron y defendieron la fe cristiana. Una entidad no tan distinta a la Monarquía Hispánica que se estaba configurando en la segunda mitad del siglo XVI. Aún más sorprendente es que sus sucesores e incluso la dinastía Borbón continuará con esta tradición y la prolongará hasta el siglo XIX, en el que vemos que monarcas como Isabel II mantendrán ese interés por establecer un vínculo con las monarquías visigodas. Lo podemos ejemplificar con el programa escultórico del nuevo Palacio Real, algunas relaciones festivas donde se incluyen genealogías godas, las crónicas de reinas o la serie icónicas de reyes godos encargados por la Junta de Iconografía Nacional. Monsalvo Antón (2021) hace referencia al término usos del pasado a ese uso deliberado de la memoria de los antepasados para buscar la legitimidad de un poder. Este uso del pasado también tuvo su proyección artística, principal objetivo de esta investigación, que parte de la hipótesis de que la monarquía española recurrió a las referencias a la monarquía visigoda cuando veía amenazada su legitimidad o su unidad. Esta hipótesis de partida no ha sido abordada desde la Historia del Arte ni en los estudios de Arte cortesano.

Impacto científico técnico o internacional esperable

Hipótesis de partida

En los últimos diez años, el equipo investigador ha mostrado un enorme esfuerzo por revertir en la sociedad el resultado de las investigaciones que se desarrollan en su entorno, en forma de publicaciones, exposiciones y formación de jóvenes investigadores. De este modo el grupo responde a la necesidad social de conocer, comprender y valorar el patrimonio cultural y artístico de su territorio más próximo. 

Por otro lado, el equipo investigador busca formar, y hacer participar en sus actividades, a un considerable grupo de estudiantes de doctorado, máster y grado, formándolos como investigadores e integrándolos en la ambiciosa programación de seminarios, cursos de verano y workshops propios, abiertos además al público general, que siempre responde de forma amplia y con gran éxito de asistencia a todos los eventos preparados desde este grupo. Los miembros del equipo investigador cuentan con una larga lista de conferencias invitadas, participación en congresos nacionales e internacionales y organización de jornadas, conferencias, cursos y seminarios mediante los cuales damos a conocer nuestra labor y nuestras inquietudes a la sociedad. En este sentido otro de los objetivos fundamentales para revertir en la sociedad la labor realizada durante el desarrollo de este proyecto será la difusión de los resultados en congresos nacionales e internacionales, así como la organización de un simposio internacional propio. Ello nos permitirá alcanzar otros objetivos deseables en todo proyecto de investigación: la interdisciplinariedad, a través del trabajo conjunto con investigadores de otras disciplinas como la Historia Medieval, Historia Moderna y la Historia de la Literatura; la internacionalización de nuestros resultados, a través de su difusión en los foros académicos internacionales, pero también mediante la participación de los investigadores de más prestigio en dicha temática a nivel internacional en nuestras actividades; y el multilingüismo, mediante la publicación de dichos resultados en editoriales y revistas de impacto internacional, como los solicitantes de este proyecto han demostrado en su currículo académico. 

Asimismo, estos últimos años el equipo investigador se ha destacado también en la utilización de las Humanidades Digitales, mediante una importante presencia del grupo en Internet y las Redes Sociales. El Grupo difunde sus publicaciones, conferencias, seminarios, congresos, workshops y cursos de verano a través de webs y recursos Web 2.0, informando de sus actividades en su web y blog en WordPress (www.iha.uji.es), en su página en Facebook y en su Twitter, y en las páginas propias de los miembros del grupo en Academia, donde no sólo se ofrece información sino que también se estimula la participación de la comunidad universitaria y del público en general a través de la retroalimentación con los comentarios, las peticiones de información y la redifusión de información científica de otros grupos. Además el grupo ha emitido en Internet diversos actos relacionados con el grupo IHA, bajo la producción videográfica del Servei de Comunicación i Publicitat de la Universitat Jaume I. Se pueden encontrar dichas producciones documentales en el Servidor de Vídeo de la Universitat Jaume I (http://www.svideo.uji.es).

La hipótesis de partida se configura en torno a la recuperación y representación del linaje de los reyes godos en diversos ámbitos de poder de la Monarquía Hispánica, que prueba el interéspolítico en determinados momentos de la historia de ésta -como los reinados de Felipe II y Felipe IV o coincidiendo con la configuración de España como un estado liberal-, en poner en valor un supuesto imaginario del reino visigodo en la Antigüedad tardía.

Puede parecer extravagante reivindicar en el Renacimiento una sociedad en su origen tribal. Pero tras la batalla de Adrianópolis (378 d. C.) los godos establecieron la realeza como sistema permanente de gobierno, y la pérdida de la Galia y la consolidación del dominio ibérico convirtieron a la realeza goda en la primera monarquía peninsular, creadora de un espacio unitario y centralizado desde los puntos de vista militar, religioso y jurídico que imitó en las formas de representación del poder las tradiciones imperiales romanas (Valverde Castro, 2020).

Cuando en el año 711 se produjo la invasión musulmana de la península, la monarquía goda desapareció, pero durante los ocho siglos de avance cristiano fue el referente político a recuperar (Nieto Soria, 1988). La reivindicación de la realeza visigoda en la España del siglo XVI fue un proceso paralelo a la reivindicación de la Alemania bárbara promovida por el hallazgo de la obra Germania (“De origine et situ Germanorum”) de Cornelio Tácito (h. 55-h. 120 d. C.), texto exaltador de las virtudes y costumbres de los pueblos germanos –virtudes que los romanos ya habrían perdido según el historiador clásico-, y por ello celebrado por humanistas como Poggio Bracciolini o Eneas Silvio Piccolomini. Enlaza también con la reivindicación de la monarquía merovingia o carolingia en el reino de Francia -sin embargo, esta última era más sencilla, pues no existió en el mismo un paréntesis musulmán.

En cualquier caso, el neogoticismo y la pretensión de conectar la antigua monarquía visigoda con los reinos medievales –especialmente la corona asturleonesa– surgió en la Península Ibérica mucho antes que estos otros procesos europeos de apropiación del pasado, pues podemos constatar su existencia ya en las crónicas asturianas posteriores al 711 y en el subsiguiente conflicto intelectual entre resistentes y adaptados. Y si ya en el siglo VIII la reivindicación de la monarquía goda legitimaba simbólicamente a los reinos feudales surgidos en el norte por cuanto éstos se consideraban herederos de la misma, imaginemos cuánto más en el proceso de unificación peninsular que tuvo lugar durante los siglos XV y XVI y que concluyó en 1580 cuando Felipe II obtuvo la corona del reino de Portugal y alcanzó la deseada unión peninsular que detentó un milenio antes el reino visigodo. También durante el siglo XVIII la dinastía Borbón usó el pasado godo para construir su propia legitimidad, como, por ejemplo, con el nacimiento de los infantes gemelos hijos de Carlos IV y María Luisa de Borbón, Tomás Fernández de Mendoza realiza un elogio en el que incluye nueve láminas con una genealogía de los reyes godos. A mediados del siglo XVIII se le encargó al escritor y polígrafo benedictino fray Martín Sarmiento el programa iconográfico exterior del nuevo Palacio Real de Madrid, consistente en incluir a los gobernantes de todos los reinos bajo dominio hispano en la línea dinástica de los Borbones. En 1749, el erudito concluía su planteamiento del Sistema de Adornos del Palacio, proponiendo esculturas de los reyes de España en piedra caliza en el interior y exterior del palacio. En total se plantearon ciento doce figuras. La serie empezaba con los reyes godos y acababa en Fernando VI. Un equipo de escultores, dirigidos por Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro se encargó de materializarlas y en 1754 ya estaban terminadas y colocadas en el lugar previsto. En 1760 Carlos III ordenó quitar la gran mayoría y acabaron dispersándose hasta el siglo XIX. En 1850 Francisco de Paula Van-Halen publica el Álbum regio destinado a representar los hechos memorables y gloriosos de la monarquía española desde la proclamación de Pelayo hasta la vuelta de Fernando VII, incluyendo numerosas láminas de reyes y reinas. Estos son sólo algunos ejemplos de la continuidad del “uso del pasado” por parte de la monarquía española, que nos servirán y nos permitirán localizar otros muchos durante los tres años de duración del proyecto.

Objetivos de la investigación

Los objetivos específicos de la investigación, que supondrán analizar las fuentes literarias y las concreciones visuales de la monarquía visigoda en determinados episodios culturales de la España moderna y decimonónica, son los siguientes:

Y especialmente en el ambiente político y cultural de la Monarquía Hispánica, determinando cómo fue valorado, y en qué medida interpretado como el fin del Imperio Romano o más bien como una Antigüedad tardía. Determinar las formas de valoración, recepción, conservación y coleccionismo de los restos y antigüedades de época visigótica. Creemos que el estudio de las formas del primer coleccionismo de antigüedades -senda abierta por especialistas tan reputados como Miguel Morán Turina- tiene un campo muy interesante en la aproximación a esta valoración de los restos no-grecorromanos. Este objetivo nos permitirá fijar el marco teórico a partir del cual desarrollaremos los siguientes objetivos concretos. En este sentido también se explorará el papel de la reinas godas (regina), tal y como son mencionadas por ejemplo en el Chronicon Juan de Bíclaro, quien llama a Gosuinda «reina» durante los años 579 y 589.

Es muy revelador el interés de Felipe II en obtener de Roma la canonización de San Hermenegildo, concedida y celebrada por el pontífice Sixto V en 1585 con la excusa del milenio del martirio del santo, y que se explica dentro de una estrategia de redefinición de la imagen simbólica de la Monarquía Hispánica (Cornejo, 2002: 25-37). Para Felipe II Hermenegildo simbolizaba la unidad peninsular y el origen de la monarquía sacra, y no dudó por ello en llamar a su hijo y heredero –nacido la noche del 13 de abril de 1578, casualmente el día de la festividad del santo-, Felipe Hermenegildo, y en trasladar la cabeza del santo conservada en el Real Monasterio de Sigena a su relicario de El Escorial en 1585 (Cornejo, 2020: 31-33). Y por supuesto en promover la canonización de San Hermenegildo, que tuvo lugar poco después de la incorporación de Portugal a la Monarquía Hispánica, rememorando la antigua Lusitania goda gobernada desde Toledo.

Enlazando con el objetivo anterior, resulta fundamental recuperar, catalogar y analizar todos los textos y las imágenes artísticas vinculadas a este proceso. Entre ellas destacan obras fundamentales de la pintura del Siglo de Oro, como la Apoteosis de San Hermenegildo de Francisco Herrera el Viejo (h. 1622, Museo de Bellas Artes de Sevilla) -pintada para el retablo mayor del colegio de los Jesuitas de Sevilla-, y El triunfo de San Hermenegildo de Francisco Herrera el Mozo (1654, Museo Nacional del Prado) –realizada para el retablo del convento de los Carmelitas Descalzos de Madrid- o el retrato de don Juan José de Austria niño como san Hermenegildo de Eugenio de las Cuevas en el convento de las Descalzas Reales de Madrid. Todas exigen ser estudiadas de nuevo desde la perspectiva de apropiación de la realeza visigoda.

 Para ello resultará determinante localizar y estudiar todas las construcciones genealógicas que vincula el linaje gótico y el habsbúrgico. Buenos ejemplos, y que requerirán análisis en profundidad, son el Libro de armas y blasones de diversos linajes y retratos, datado en torno al siglo XVI (BNE), donde se incluyen algunos retratos abocetados de los reyes y reinas godos, precediendo a los Austrias, y también la serie encargada en 1685 por el virrey de Nápoles don Gaspar de Haro y Guzmán, marqués del Carpio y Heliche, con el título Series Chronologica et Imagines Regum Hispaniae ab Ataulpo ad Carolum II feliciter regnantem (Giovanni Giacomo de’Rossi, Roma). La serie contaba con los noventa y un retratos de reyes y reinas, en forma de medalla o tondo con las efigies reconstruidas o idealizadas de los monarcas ascendentes de Carlos II.

Los emblemas hispanos que integran referencias a los monarcas visigodos aparecen muy temprano, ya en la obra de Hernando de Soto, Emblemas moralizadas (Madrid, 1599), que recoge la leyenda de Fabila y el oso, en su emblema Abello iniusto Regem abstrahere. Para interpretar estas imágenes adecuadamente será preciso rastrear también todas las referencias a los reyes godos en la teoría política del Siglo de Oro y en los espejos de príncipes, especialmente aquellos que establecen un linaje mítico de la corona española -como por ejemplo la obra de José Pellicer de Ossau y Tovar, Aparato a la monarchia antigva de las Españas en los tres tiempos del mvndo, el Adelon, el Mithico, y el Historico (Valencia, 1673)-, y que vinculan ésta a mitos como el tubalismo, algo que ya hizo el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada en 1228 en su obra Hispania gestarum Chronicon.

En un escenario de descomposición del estado como lo fue la década de los 30 del siglo XVII, no es raro que en el ámbito de la imagen y la propaganda los servidores de los Habsburgo hispanos se esforzasen en legitimar a éstos vinculándolos con los linajes regios medievales, especialmente en la Corona de Aragón, que seguía en estos años amenazada por la guerra y la sedición. Desde esta perspectiva se explica la realización de la serie de retratos de reyes godos que Felipe IV encargó para el Palacio del Buen Retiro. Es fácil suponer que inicialmente debía pretender abarcar a toda la realeza goda –los treinta y tres monarcas visigodos que gobernaron la Península Ibérica desde el siglo V hasta los inicios del siglo VIII–, pero nunca se terminó. En el inventario de 1703 se enumeran trece pinturas (Brown y Elliot, 1981).

Por voluntad de Fernando VI el fraile benedictino Martín Sarmiento le presentó en 1748 un proyecto de programa decorativo del Nuevo Palacio, consistente en una serie de esculturas de los reyes de España realizadas en piedra caliza, para ubicar en sus cornisas. La serie empezaría con el primer rey godo, Ataúlfo, y acabaría con Fernando VI. Fueron realizadas por un amplio grupo de escultores, dirigidos por dos de ellos: Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro. En 1754 ya estaban acabadas y colocadas en sus emplazamientos previstos, pero a principios de 1760 Carlos III ordenó quitar la mayoría de ellas y guardarlas en las bóvedas de palacio. Allí estarían hasta 1787, cuando se inició su dispersión que se prolongó durante el siglo XIX (Pozuelo González, 2008). Es la serie dinástica en la que Tormo más se implica cuando escribe Las viejas series icónicas de los Reyes de España (1917), realizando incluso viajes por España para localizar todas las piezas posibles. Tormo aporta un documento visual del palacio con las estatuas coronándole -un grabado del Archivo Histórico Nacional vinculado a un proceso de Inquisición- (Tormo, 1917:201).

  • El 13 de agosto 1876 se constituyó en España la primera Junta de Iconografía Nacional, que posteriormente se convirtió en el Museo Iconográfico Nacional. Entre la recopilación de retratos comprados o encargados, destacó el temprano encargo de una serie de catorce retratos de reyes godos. La galería de retratos, que alcanzó a finales de siglo el centenar de obras, estuvo albergada durante veinte años en el Museo del Prado y fue conocida como el Museo Iconográfico. A principios del siglo XX la iniciativa perdió fuerza, y la colección fue dividida, trasladándose la mayor parte a la Real Academia de la Historia. Los retratos de reyes godos, tras diversos avatares acabaron en el Museo Arqueológico Nacional, y posteriormente en la Biblioteca Nacional (Rodríguez Moya, 2014: 271-296). En 1850 Francisco de Paula Van-Halen publica el Álbum regio destinado a representar los hechos memorables y gloriosos de la monarquía española desde la proclamación de Pelayo hasta la vuelta de Fernando VII, incluyendo numerosas litografías de reyes y reinas. Dentro del Álbum regio hay una especial dedicación a representar retratos de las reinas godas. Por tanto, otro objetivo específico se centrará en la recuperación iconográfica de las reinas godas en el contexto de la legitimación del reinado de Isabel II.